“Esta añada no se anunciaba particularmente buena, a pesar de una correcta floración”.
Una primavera complicada, un verano difícil, lleno de dudas, pero con una firme voluntad de no renunciar y de permanecer a la escucha del viñedo, atentos a sus necesidades. Una inquietud permanente y fuerte sobre la capacidad de las uvas para resistir las lluvias de agosto y las tormentas de septiembre. Después, desde el 30 de agosto, día tras día, el buen tiempo se instala y vuelve la confianza. Decidimos correr el riesgo de aplazar la vendimia. Cada día, el mismo dilema,
¿recogemos la uva? ¡No, esperemos!
Por fin, el 2 de octubre, se vendimian los primeros Merlots en las viñas jóvenes; octubre está ahí, dorado, cálido, magnífico. Nos permite aplazar algunos días la vendimia de los viejos Merlots y esperar así el momento de plena madurez de los Cabernets Francs. ¡Así es el azar del calendario! ¡Una situación única en toda mi vida de viticultor! Una hermosa cita, una cita otoñal que no acaba nunca.
¡Un verano tardío, insolente!
Esta cosecha también forma parte de las grandes añadas bordelesas. En Angélus, fue coronada por las excepcionales notas de los críticos y las alabanzas de todos los profesionales. La armonía, el equilibrio entre potencia y frescura así como la precisión aromática caracterizan esta cosecha sin parangón.
2000 alía la magnificencia de una cosecha excepcional con la magia de la llegada del nuevo milenio. Es la cosecha de todos los superlativos. El vino presenta deslumbrantes frutas, una boca amplia, una maravillosa concentración y una perfecta estructura tánica...
Château Angélus adquiere la clasificación de Premier Grand Cru Classé “B” de Saint-Emilion. Los vinos, de colores intensos, desarrollan aromas de licor de casis y cuero. La boca es densa, potente, con una estructura precisa. Esta cosecha presenta toda la complejidad de las grandes añadas clásicas.
Es en los años difíciles cuando los grandes terruños expresan su diferencia, por no decir su supremacía. En 1992, a pesar de una climatología complicada y gracias a unos cuidados intensos aportados al viñedo, Angélus supera el reto de hacer un gran vino que se convertirá en un referente del viñedo bordelés. Una capa oscura como la tinta, una nariz de frutas negras, regaliz, tabaco y notas de sotobosque, una boca amplia y aterciopelada y unos taninos densos y equilibrados seducen en la cata.
Hubert de Boüard de Laforest toma las riendas de la propiedad. Por primera vez, toma él solo las decisiones tanto en las viñas como en la bodega. 1985 es, por lo tanto, la cosecha de la puesta en práctica de sus primeras reflexiones sobre la adaptación del trabajo del viñedo y la vinificación a las características de cada cosecha. En esta primera vez, reconoce haber tenido la ayuda de la naturaleza que le prodigó unos suntuosos Merlots. La cosecha de 1985 es muy aterciopelada y seductora. Posee un aspecto tostado con deliciosas notas de tabaco.
Esta gran cosecha fue vendimiada del 29 de septiembre al 17 de octubre, tal y como lo relatan las notas encontradas en los cuadernos de vendimias de Jacques y Christian de Boüard de Laforest. De forma excepcional se abren algunas de estas botellas en la propiedad. En dichas ocasiones, se ha podido constatar que estos vinos poseen una nariz siempre expresiva, mezcla de tabaco, confitura de naranja e higo, y una estructura todavía presente sustentada en una agradable frescura.
Se trata de la botella más antigua de la bodega de Angélus. Reina sobre todas las demás, en calidad de guardiana del pasado de la propiedad y de hada madrina benevolente de su “descendencia”.